Sé una abeja
Es bien sabido que las abejas tienen uno de los oficios más nobles e importantes del mundo. Su deber es llevar a cabo la polinización de flores y producción de miel, permitiendo así que las flores se reproduzcan y pinten los verdes valles y los jardines arcoíris. Algunos científicos alegan que las abejas son responsables de uno de cada tres bocados de alimento que ingerimos.
Es coherente pensar entonces que al tener una de las labores máximas de los seres vivos, contarían con una excepcional aerodinámica de vuelo y mecanismos que permitan realizar eficientemente su trabajo. No es así.
“Aerodinámicamente el cuerpo de una abeja no está hecho para volar“. Eso es lo que dicen los intrigados ingenieros aeronáuticos acerca del vuelo de las abejas. Pues el peso de las mismas no es directamente proporcional con el tamaño de sus alas, consumiendo una cantidad excepcional de energía (misma que recuperan con los nutrientes del néctar y miel).
Las abejas posiblemente tengan el peor sistema de todos los seres vivos voladores. A pesar de ello, las abejas son capaces de volar a velocidades de hasta 24 km/h y realizar maniobras más o menos complejas de aproximación a la flor o al panal.
"Aerodinámicamente el cuerpo de una abeja no está hecho para volar; lo bueno es que la abeja no lo sabe". Eso es lo que se dice entre los ingenieros de la NASA para incentivar a aquellos que dudan de sus capacidades.
Una abeja no conoce nada de física ni ciencia y se eleva por los cielos de todas formas. No sabe de aerodinámica ni de parámetros de vuelo y aún así cumple con su menester. No comprende que realiza pulsos de presión que permiten crear sustentación y volar, simplemente lo hacen.
Pese a ello, ¿crees que las abejas se lamentan de ser abejas?, ¿piensas que serían más felices si tuvieran alas más grandes y cuerpos menos pesados?, ¿supones que las abejas sueñan ser águilas mientras duermen?
Es a veces la ignorancia de los miedos, frustraciones y límites impuestos lo que nos permite volar y polinizar. Piensa que, todas tus inseguridades, desconfianzas, limitaciones, pesadillas y desasosiegos representan el cuerpo pesado de una abeja, y que tus ganas incoherentes de crear arte permiten que tus alas conozcan las altas nubes y los bajos paisajes, que polinices conexiones y siembres pasiones sobre aquellos jardines elegidos. Porque qué aburrido es aquel que nunca padeció fatigas y desesperaciones, aquel maldecido que no tiene cicatrices interesantes que pueda revelar en sus obras, y que, contrario a las abejas, se elevan con facilidad y desahogo, lo que da como resultado flores sin nada de etéreo en ellas. Porque a veces, basta con ser una abeja.
Son necios aquellos que anhelan vivir la vida de otro, aquellos que desean poseer las riquezas de los adelantados a ellos, que sueñan tener el "talento" de sus referentes, la valentía de los guerreros y la belleza de las mariposas. No hay nada de divino en querer ser alguien ajeno.
El día en que falleció Albert Einstein en 1955, Thomas Harvey, quien fue asignado para su autopsia, secuestró el cerebro del científico para analizarlo profundamente a pesar de que Einstein había dejado instrucciones claras de que su cuerpo fuera cremado y sus cenizas esparcidas por algún río.
En menos de un día, el cuerpo del creador de la Teoría de la relatividad ya había sido incinerado en una ceremonia privada entre amigos y familia, esparciendo sus cenizas en las aguas del río Delaware, cumpliendo su deseo: "quiero que me incineren para que la gente no vaya a adorar mis huesos". Sin embargo, las cenizas de su cerebro no se encontraban en dicho río, pues Harvey lo extrajo sin el permiso de la familia, siendo expulsado del hospital inmediatamente.
Harvey se llevo el cerebro a la Universidad de Pensnsylvania y lo diseccionó en 240 trozos que conservó en celoidina. Posteriormente fue enviando muestras del cerebro a los curiosos científicos y neurólogos que anhelaban examinar el cerebro de una de las mentes más brillantes de la historia, creían iban a encontrar el secreto de su genio, las respuestas para tener una mente tan privilegiada.
¿Qué encontraron?
Nada, nada excepcional, los estudios daban cómo resultado que si bien tenia conexiones nerviosas inusualmente buenas, no había nada de divino en su cerebro, nada que lo hiciera neuronalmente superior al resto de comunes personas. Necios recios que creyeron estaban frente a un cóndor, cuando en realidad examinaron a una abeja, una simple abeja.
Las abejas no saben que nacieron con mayores dificultades para realizar su trabajo, y está bien, nadie nunca se los han dicho, y a decir verdad, no tienen porque saberlo; contrario a ti, que has sido instruido por los necios para que no lleves a cabo determinadas tareas, fuiste encajado en moldes llenos de miedos y cobardías.
Son afortunados aquellos que ignoran sus discapacidades y que actúan con la ignorancia de una abeja, que crean con la habilidad de un artista y que conectan con la sensibilidad de un humano. Porque a veces, basta con ser una abeja.
"Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas." -Albert Einstein
Einstein hizo lo que hizo no por su capacidad mental o nivel de IQ, hizo lo que hizo porque tenia una curiosidad excepcional, de esas que pocas personas tienen, cuestionó lo importante e ignoro lo debido, porque a veces, basta con ser una abeja, porque a veces: